Mi mamá tenía una regla para nosotros:
Su cuarto, su cochinero
Cuando estaba demasiado desordenado (que nunca sucio) usaba su carta más fuerte: es su cuarto, pero es mi casa y son mis reglas.
Así que me ponía a arreglar a fondo. Sacaba TODO del clóset y lo súper ordenaba de nuevo. Casi al final, me quedaban un montón de chucherías en la cama.
El montón de cositas tenía, por ejemplo:
- Pasadores y cosas para el cabello
- Piezas de algo
- Alguna pila
- El encendedor de las velas
- El cordón de algún zapato o bolsa o yo que sé
- La tapita de algo
- Clips y otras cosas de papelería
- El cable de algún dispositivo que ya no existía (o que quizá nunca existió)…
… y quién sabe qué tanto chunche más.
En esta limpieza de mi cuarto tardaba todo un día, así que cuando me enfrentaba a dicho acervo sin sentido, lo escondía en algún cajón o en alguna bolsa para revisarlo después. Era mi propia versión de barrer la tierra y echarla debajo de la alfombra.
A la semana la habitación parecía el escenario de un terremoto… otra vez.
En mis pininos como loca de la organización (aquí el significado de pininos) me impuse una primera regla:
TIRA TODO LO QUE QUEDE EN LA CAMA, SI NO HAY UN LUGAR ESPECÍFICO PARA ELLO
Pero no era tan sostenible. Así que puse otras:
- Asignarle un lugar específico a un objeto que no quería tirar.
- Tirar el cable, la tapita o la pieza “de algo” que no sabía qué era y resignarme a que si lo encontraba después ya no sería útil.
- Cuestionarme por qué guardaba objetos que no tenían lugar.
Aún me quedan montoncitos de cosas que en la cama cuando termino de arreglar, pero mi reto ahora es otro:
Resolver por qué hay objetos fuera de su lugar o, de inicio, no tenerlos.
¡Hasta la próxima!